Hubo una vez en tiempos lejanos un joven guerrero
llamado William.
Una noche se presentó en su solitaria casa un viajero
que no tenía un lugar donde descansar. William lo dejo pasar y le dio comida,
bebida y un cuarto para dormir.
El viajero, antes de acostarse, le pidió que por favor
no entrara al cuarto que iba a ocupar, ya que tenía el sueño muy liviano y
necesitaba descansar para al día siguiente partir temprano.
En medio de la noche William se levantó para tomar agua
y notó que, sobre la mesa, el viajero había dejado una flauta que anteriormente
había usado para acompañar la guitarra que él tocaba.
De puntillas para no despertarlo, William fue a dejarla
junto a sus otras cosas.
Cuando estaba por retirarse noto algo raro en la cara
del viajero. Al iluminarlo con la vela que llevaba en la mano, lanzó un grito.
En lugar del simpático viajero se encontraba durmiendo una hermosa doncella.
Cuando esta última despertó, lanzó un grito agudo, como
de otra dimensión, y se fue volando hacia la ventana.
William fue muy rápido
y alcanzó a tomarla del tobillo, lo cual fue una mala idea, ya que pasó
de ser una hermosa doncella a una serpiente que se enroscó en su brazo y lo
mordió.
William recobró el conocimiento unos segundos después y
logró atraparla, la encerró en un cuarto y apenas cerró la puerta cayó muerto
bajo los efectos de la mordida.
Se dice que quien pasa cerca de la antigua casa caen en
la mortal trampa de la doncella-viajero-serpiente y muere finalmente en su
estómago, al igual que William.
FIN
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